Si seguimos nuestro recorrido al abrigo de la muralla, donde la vida trascurre pausada y tranquila entre callejuelas empedradas, encontramos la Casa del Blanquillo.

Conocida también como la casa de "Las Bolas" por la original decoración de su cornisa recorrida por bolas de piedra, este palacete renacentista constituye un refugio en el que el tiempo parece suspendido. Este palacio perteneció a una de las familias más ricas de la ciudad, los Almagro, que decoraron su fachada con dos conchas santiaguistas, pues el fundador del Palacio pertenecía a esta orden religiosa.

Su fachada constituye un claro ejemplo de portada plateresca, con la característica doble ventana sobre la puerta de ingreso.

Aunque ahora su interior se ha transformado para acoger las habitaciones de un recoleto hotel desde el que podemos disfrutar de unas hermosas vistas sobre el valle Guadalquivir, en otro tiempo destacó por su patio columnado y sus bodegas, que contaban con conexiones al convento de los Carmelitas.

LENGUA DE SIGNOS